martes, 30 de noviembre de 2010

¿Cuántas veces nos hemos preguntado que tan afortunados somos?

Es normal para mí (me atrevo a decir que también para mucha gente) que en cada sitio donde me quedo inmóvil aunque sea por lo menos un minutos escucho a alguien quejarse de lo terrible que es su vida, de este tipo de experiencias debo hacer a un lado a los niños menores de 15 años,  hasta este momento en mis 23 años no me he encontrado con uno así (puede que los haya pero no me los he encontrado) por el contrario de esta edad en adelante el número de quejas en las personas es en porcentajes iguales, más de una ocasión me he atrevido aún con el riesgo de ser insultada por chismosa a escuchar tales conversaciones, aunque debo decir que con la nueva tendencia de las personas de andar gritando a los cuatro vientos su vida privada (ya sea en la calle o especialmente en un medio de transporte), no es una tarea complicada.
Sin embargo regreso a mi punto, es algo normal y  rutinario que siempre  nos quejamos del clima, de la gente, del transporte, de los trancones, del medio ambiente, de la comida, de la tv, de la música, de la mosca que zumba a nuestro alrededor, de nuestros padres, de toda nuestra familia, del país, de los políticos, de los enemigos, de los compañeros, de los enemigos, de los profesores, de las iglesia, de la religión...etc nunca acabaría de terminar de enunciar las cosas o razones sobre las que caen nuestras muy frecuentes quejas.
Yo no puedo decir que jamás me quejo (sería una cruel mentira) pero recientemente me puse a analizar ciertos aspectos de mi vida y desafortunamente me dí que así como yo existen muchas personas que malgastan tanto tiempo quejándose y no son capaces de ver más allá de lo que les permite su *desgracia*, no somos capacez de observar que tan afortunados somos, de estar vivos, de tener salud, de tener nuestras extremidades completas, de tener a nuestros padres vivos, a nuestra familia unida, de tener un techo, de poder estar feliz...
Me duele recordar el tiempo que malgasté quejandome por más de una desgracia que frente al hambre que pasan los niños en muchas regiones del mundo, mi desgracia podría no ser tan "desgraciada" y más bien me atrevería a decir que mi "desgracia" seria ser tan *desagradecida* en la vida, es tan natural y tan fácil quejarnos, pero tan difícil darnos cuenta de lo afortunados que somos, es una total ironía que preferimos pasar tanto tiempo de nuestras vidas haciendo énfasis en lo que está mal, que en disfrutar  lo que esta bien, lo que nos da motivos de alegría.

Siempre va a existir algo que no nos guste y sobre el cual dirigiremos inevitablemente un queja, pero yo creo que eso no debería convertirse en una costumbre tal y como lo estamos haciendo,  no me parece justo y al contrario me parece totalmente anti-solidario que nos quejemos por banalidades de nuestro diario vivir, cuando existen personas que realmente se encuentran en situaciones terriblemente dolorosas y ellos en lugar de quejarse y dejarse vencer, se levantan y le hacen frente, y lo más lamentable es que son estas personas quienes menos se quejan y al contrario son ellas quienes más agradecidos se sienten por poder disfrutar una pequeña alegría. Ya es tiempo de dejarse de ser *quejones*, yo ya fui consciente de eso, y me da pena haber caido en tal red.  Es hora de decir STOP!!! DEJEMOS DE SER *QUEJONES*

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